11 de junio de 2009

Y te fuiste sin decir adiós, estabas ya muy lejos cuando tus ojos me miraron, era ya muy tarde cuando creí escuchar que me llamabas. Entonces, no tenía caso correr, porque mientras trataba de alcanzarte caías en el abismo de lo irreal, de lo absurdo. Entonces, no tenía caso llorarte porque mis lágrimas eran sal, no significaban nada más ya te habías acostumbrado a ellas, muchas veces se derramaron y aún así... no estás. Por ende, no te diré adiós ni te daré una mirada con ojos humedecidos; tan solo escucharé tus pasos, aquellos que se pierden cuando entras ahí al camino del olvido . . .


No hay comentarios.: